Pablo Sánchez Iglesias

Alumno del Colegio Loyola (1992-2004).

Abogado

Licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, estudió un curso en Toulouse con una beca Erasmus.

Hizo un máster en la Escuela de Brujas y terminó otro en la Universidad de Columbia.

En Septiembre de 2013 se incorpora al despacho de la firma Cleary Gotlieb Steen & Hamilton, en Washington.

(Entrevista publicada en La Nueva España el 18 de Agosto de 2013 (por Elena Fernández-Pello))

Pablo Sánchez Iglesias siempre estudió con beca y trabajó desde muy joven en empleos estacionales. En la vida le guían los valores que le inculcaron en casa, en una familia de mineros: honestidad y trabajo. Con ellos y con un carácter inquieto ha llegado hasta uno de los despachos de abogados más importantes del mundo, Cleary Gotlieb Steen & Hamilton, en Washington. Hasta allí hay un largo camino, que ha recorrido sin perder la perspectiva.

«Estoy orgulloso de haber nacido en una familia minera, los valores que aprendí de ella me han ayudado en la vida: honestidad y trabajo». Habla un joven de 27 años, nacido en Oviedo, Pablo Sánchez Iglesias, que dentro de unas semanas saldrá hacia Washington para incorporarse al despacho de abogados Cleary Gotlieb Steen & Hamilton, una firma estadounidense con presencia en todo el mundo a la que llega para ejercer en el ámbito del Derecho de la competencia -el que regula las relaciones entre las empresas y de éstas con los gobiernos, la concurrencia entre ellas y, en definitiva, el juego limpio y más ventajoso en el tablero de la economía-. Con los valores que le inculcó su familia, de la que es el único abogado, y con «una perspectiva transversal», que él entiende como levantar la mirada más allá de la mesa de la oficina, se lanza a la conquista de América.

Su éxito profesional es la consecuencia lógica del esfuerzo -sus raíces mineras- y de una carrera, también vital, en la que ha avanzado eligiendo bien qué puertas abrir -aplicando su perspectiva transversal- hasta llegar al lugar que ocupa ahora.

El Derecho es su vocación pero cuando llegó a la Facultad no tenía ningún plan. Su trayectoria escolar es común: un chaval que estudió en el Loyola, con los Escolapios; luego se matriculó en Derecho en la Universidad de Oviedo y con una beca Erasmus se marchó, en cuarto curso, a Toulouse, porque quería aprender francés. «Al acabar la carrera solicite una beca al Ministerio de Educación para estudiar en la Escuela de Brujas, que fundó Salvador de Madariaga», cuenta, y se la dieron. Acabó el máster en Derecho y se trasladó a Bruselas, para trabajar en el despacho estadounidense que ahora le ha fichado para su sede de Washington. Con ellos, durante dos años, se familiarizó en Derecho de la Competencia y en Derecho Europeo, que es su otro gran interés profesional. Y entonces abrió una nueva puerta: «Me apetecía dar el salto a Estados Unidos y solicité el master de Derecho de la Universidad de Columbia».

Y allí ha estado este último año, algo que él cuenta como si entrar en una de las universidades más importantes del mundo fuera poca cosa. «Escogen a un grupo muy reducido de extranjeros, de distintas nacionalidades. Allí eliges las asignaturas: Derecho Americano, Derecho y Literatura... Se lee un libro literario cada semana y el lunes se discute desde el punto de vista del Derecho», explica. Y de nuevo deja entrever que sus intereses se extienden más allá de los textos legales.

Pablo Sánchez es producto del sistema universitario público. «Yo siempre estudié con becas», dice y cuando se le pregunta sobre los ajustes del actual Gobierno en materia educativa contesta: «No sé si en la situación actual yo podría hacer la misma carrera». «Me preocupa mucho el aumento de la desigualdad, no sólo porque es injusto, sino porque hace la sociedad más ineficiente», manifiesta, y lo explica: «Una sociedad no cohesionada es injusta -qué es justo y qué no lo es depende de tu punto de vista ideológico- pero además es más ineficiente, la gente que se queda fuera no aporta valor añadido y las élites que la han conducido a esa situación se retroalimentan». Y escuchándole argumentar se tiene la impresión de que ahora habla el descendiente de mineros. «Al país lo sacan adelante los ciudadanos normales. En mi corta experiencia he comprobado que la gente que viene de abajo llega con mucha fuerza y tiene mucho que aportar», añade el ovetense.

Su discurso suena a político. «No, no me atrae la política como profesión», aclara, «pero la sigo y me interesa».

Y de vuelta a su experiencia personal refiere que él, además de las becas, contó con el respaldo de su familia y su propio empeño para progresar. Trabajó durante los veranos desde muy joven, en la Feria de Muestras algunos años y en ocupaciones de dos o tres días que le ofrecía una empresa de trabajo temporal en la que se inscribió. Uno de sus empleos, recuerda, consistió en montar cascos de obrero de la construcción, uniendo la parte exterior con la estructura flexible que lo fija a la cabeza. Algunas veces trabajó sin cobrar, sólo por un alojamiento, como monitor de niños en Inglaterra, para aprender el idioma.

Se marcha a Estados Unidos, «un país muy abierto y flexible, donde te integras fácilmente, acostumbrado a que gente de distintas culturas trabaje junta», y no sabe hasta cuando, pero su intención es regresar e instalarse en Bruselas. Es un defensor del ideal europeísta. «Me siento europeo y me gusta participar de esa idea», reconoce y sostiene que «Europa no está en crisis, está en crisis su Gobierno» y que «de la crisis saldremos con una Europa más integrada o no saldremos».

Es europeo y es español, y en sus estancias en el extranjero ha escuchado todo tipo de tópicos sobre sus paisanos. El peor, reflexiona: «Que los españoles somos vagos». Él piensa que «somos un pueblo bastante eficiente, tenemos muchas virtudes que no valoramos, somos gente muy activa, nos movemos socialmente muy bien. Si un español llega a una reunión sin saber el idioma en el que habla se hará entender igualmente, y pensamos de un modo más flexible que gente de otras nacionalidades». «Confío en el ciudadano español y desconfío de la elite, de la gente que nos ha traído hasta aquí», puntualiza dejando entrever de nuevo su origen obrero.

«Si no sabes de donde vienes no puedes decidir adonde quiere ir», dice, y esa es una decisión que hay que tomar manteniendo la mirada en el horizonte: «Hay gente que no tiene intereses más allá de lo profesional, yo hago esto porque me gusta el Derecho pero también por inquietud intelectual y personal, por viajar y conocer, y aportar en la medida de mis posibilidades. Encerrarse en un ámbito concreto te perjudica a largo plazo, tienes que tener una perspectiva transversal, mirar más allá de tu despacho, abrir el objetivo y tener presente quién eres, lo poco que eres, y enfocar la vida desde una perspectiva más humana».

Certificado Eduqatia

© 2000-2024 Colegio Loyola - Todos los derechos reservados

XHTML 1.0 validado CSS Validado Icono de conformidad con el nivel A, de las Directrices de Accesibilidad para el Contenido Web 1.0 del W3C-WAI